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Historia del grabado impreso

Resulta fascinante pensar cómo la aparición de la imprenta cambió por completo el rumbo de la literatura. Cuando la Edad Media tocaba ya a su fin, las miniaturas que antes acompañaban a los textos fueron sustituidas por grabados impresos. De esta forma se produjo una democratización cultural, al llegar las historias no sólo de manera oral, sino también por escrito, a un número masivo de receptores.

Uno de los mejores ejemplos de esta revolución son los pliegos de cordel o pliegos de ciego, que comenzaron a imprimirse a finales del siglo XV y que tuvieron presencia en España incluso hasta el siglo XX, siendo especialmente populares en la posguerra. Hasta entonces, la transmisión de cualquier tipo de información era puramente oral debido a los altos costes de producción de los manuscritos (estos llegaban sólo a manos de los altos estamentos: clero y nobleza). El pueblo llano que acudía a escuchar atentamente las noticias y los cuentos que los ciegos o los narradores profesionales les traían, tenían que dar forma en su imaginación a los sucesos explicados. Pero las ilustraciones que los pliegos de cordel incorporaban supusieron un nuevo recurso expresivo que hacía las delicias de la población analfabeta.

La denominación “pliegos de ciego” se debe a sus distribuidores tradicionales, los cuales también se dedicaban a recitar, con la ayuda de un lazarillo, las historias impresas en ellas. La forma de narrar no era siempre la misma, aunque era muy común que el ciego en cuestión desplegara los grabados en un gran cartel para que estuvieran a la vista de todo el público. Otro modo de exponer estos cuadernillos era colgándolos en fila de unos cordeles para proceder a su venta ambulante. De hecho, ésta es otra posible razón por la que recibieron el nombre “de cordel”.

Filólogos e historiadores resaltan la importancia de recuperar este tipo de literatura para conocer temas históricos y novelescos que se creían perdidos. Debido a la mentalidad de la Ilustración (que sólo tenía como objetivo una literatura “útil”, de la razón) este género se menospreció sistemáticamente durante el siglo XVIII y parte del XIX. No obstante, los ilustrados conformaban sólo una minoría, que no pudo frenar el fervor popular que los pliegos de cordel provocaban. La calidad literaria fue disminuyendo y, en el siglo XX, la mayoría de ellos hablaban de crímenes sangrientos y de ejecuciones de pena de muerte.

Forma y contenido

Esta forma de literatura requería también un formato popular, barato de producir y asequible para un gran público. Los textos e ilustraciones se presentaban atados a un cordel o caña. Eran siempre cuadernillos de pocas hojas, muy diferentes a las gruesas novelas –bien manuscritas o bien impresas– cuyo coste era elevadísimo para el pueblo llano.

Precisamente por su amplio alcance constituyeron un medio de propaganda durante sus cinco siglos de vida, o al menos hasta el triunfo del periodismo en el siglo XIX.

Los temas de los pliegos eran muy variados y abarcaban sucesos históricos y ficticios. Lo que todos tenían en común era su función moralizante, por lo que en numerosas ocasiones eran utilizados por la Iglesia para difundir la doctrina católica. De hecho, existía un tipo de pliegos que se repartían en las iglesias en el Domingo de Resurrección y que recibían el nombre de “Aleluyas”.

Exposicion moral sobre el psalmo lxxxvj del real propheta David … por George de Montemayor ,1548, Biblioteca Digital Hispánica – Biblioteca Nacional de España (Hoja 1)
Pliegos de cordel
Exposicion moral sobre el psalmo lxxxvj del real propheta David … por George de Montemayor, 1548, Biblioteca Digital Hispánica – Biblioteca Nacional de España (Hoja 2)

En España se cultivó sobre todo el romance, nuestra estrofa más popular. Los romances contaban sucesos de toda índole: las coplas de un crimen rural, el milagro de un santo, o las catástrofes naturales acontecidas en poblaciones lejanas a las que, en aquella época, el ciudadano de a pie no llegaría a ir nunca, muy probablemente.

Antes de abordar la historia principal, estos cuadernillos contaban casi siempre con un encabezamiento que resumía el tema y en el que ya aparecía un grabado. Semejantes a los titulares de los periódicos actuales, esta breve introducción pretendía captar la atención de los compradores potenciales. Junto al resumen del argumento se exponía, además, la intención del autor al escribir el texto, el público al que quería dirigirse y otros detalles, como los nombres de los protagonistas de la historia o de la ciudad donde se desarrollaba.

Pero no solamente la prosa tenía cabida en este formato: los pliegos de cordel jugaron un papel fundamental en la difusión de la lírica y el teatro hasta en los lugares más recónditos.

Los grabados

Por tanto, cada pliego solía comenzar con una escena impresa que ilustraba el tema del mismo. Tal y como en la Edad Media encontrábamos miniaturas que amenizaban la lectura y facilitaban la comprensión del texto, las ilustraciones de los pliegos de cordel contribuyeron a expandir la información como nunca antes había sido posible.

A la hora de narrar una historia, los ciegos utilizaban cartelones en los que mostraban los distintos grabados, como si de un cómic actual se tratara. Después de recitar el texto, algunos contribuían con una moneda para el ciego y otros adquirían los pliegos.

Pliegos de cordel
Romance del Conde Claros de Moltauan: con vn villancico pastoril al cabo, muy gracioso, entre 1593 y 1599 , Biblioteca Digital Hispánica – Biblioteca Nacional de España

Según A. Lorenzo Vélez, colaborador de la Revista de Folklore, los grabados más queridos por el público solían ser aquellos que representaban artes y oficios o los referentes a juegos infantiles. Como dato curioso, nos cuenta que algunos grabados se repetían en distintos pliegos de cordel, pese a tener argumentos dispares. Esto sería quizá una forma de abaratar aún más los costes de producción.

Aunque muchos han menospreciado este género por su baja calidad artística y su sensacionalismo, no debemos olvidar su innegable contribución a la difusión de la cultura en una época en la que acceder a ésta era simplemente un privilegio.

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