47 miniaturas de la gran obra de Jean Fouquet, ahora reunificadas en una perfecta edición facsímil
¿Qué coleccionista de arte no sueña con ver reunidas las obras de un maestro? Y con más motivos si sus originales se encuentran repartidos por diferentes bibliotecas y museos de Europa y Estados Unidos, como es el caso de las láminas pertenecientes al Libro de Horas de Étienne Chevalier. En esta ocasión, Eikon brinda la oportunidad al gran público de contemplar al detalle, en una cuidada edición facsímil, todas las hojas sueltas procedentes del manuscrito original, que se fragmentó a lo largo de los siglos y de cuya versión inicial sólo han podido recuperarse 47 páginas miniadas.
Jean Fouquet, uno de los mejores miniaturistas de su tiempo, realizó este magnífico Libro de Horas en el siglo XV, cuando trabajaba en la corte francesa bajo el mandato de Carlos VII. Fue el secretario del rey y conocido mecenas Étienne Chevalier quien le encargó al artista esta portentosa obra, que más tarde pasaría a manos de sus descendientes. Sin embargo, tras la muerte del último Chevalier, el manuscrito se dividió y tuvo diferentes dueños, fraccionándose definitivamente y perdiendo casi todas las hojas de texto que acompañaban a las ilustraciones.
Se sabe, no obstante, gracias a las inscripciones con las que un carpintero parisino de nombre Basset firmó en sus marcos de madera, que 40 de estas láminas volvieron a París en el siglo XVIII, donde fueron aplicadas sobre tablillas y protegidas con paspartús. El formato elegido para nuestro facsímil se inspira en ese antiguo modo de conservación y emula al actual: en grupos de cuatro, se presentan las miniaturas bajo paspartú, con lo que el coleccionista podrá admirar en todo su esplendor la fidelidad al original que ostenta esta edición.
Tras intensas negociaciones, Francia pudo recuperar su preciado tesoro ilustrado a finales del siglo XIX, y desde entonces hasta hoy está expuesto en el Museo Condée del Palacio de Chantilly. Las siete hojas restantes, así como dos folios de texto que se creían desaparecidos, fueron descubriéndose en diferentes subastas y colecciones. Aun así, el manuscrito permanece incompleto y el paradero de los demás folios es un rotundo misterio.
Alabanzas a Dios y al rey
Pero no es sólo su curiosa historia la que llena de interés a una joya de la iluminación como ésta, sino también sus particularidades artísticas, que la distinguen de otros manuscritos y la elevan al máximo nivel y calidad.
Son muchos los matices a descubrir en el Libro de Horas de Étienne Chevalier, puesto que se trata de una obra ecléctica y repleta de innovaciones en temática y en estilo. Entre otros rasgos, llaman mucho la atención las referencias históricas que encontramos en algunas miniaturas: alusiones a personajes y acontecimientos contemporáneos a Fouquet y Chevalier que se camuflan entre motivos religiosos de apariencia convencional.
Fijémonos por ejemplo en la miniatura titulada Adoración de los Reyes, donde se representa la escena que sucede al Nacimiento de Cristo según las Sagradas Escrituras. El aspecto de la Virgen María, de San José y del Niño se corresponde con la iconografía utilizada normalmente en este tipo de representaciones, pero el resto de personajes y el fondo de la miniatura no parecen muy acordes a los tiempos bíblicos. ¿Por qué? Porque son un reflejo de la realidad de la época: el primer Rey Mago, arrodillado ante Jesús, es un retrato del rey Carlos VII de Francia, al que servían el pintor y el mecenas de la obra. En el fondo de la miniatura podemos observar el asalto a un castillo, que representa la victoria del ejército francés contra su enemigo, Inglaterra. Todo un alarde de patriotismo unido a la devoción cristiana que sintetiza muy bien los valores de aquella corte en los años 1400, en los que todos querían emular al modelo de hombre renacentista, que practicaba las artes tanto como la guerra; y en ambas se encomendaba a Dios.
También destaca un pequeño homenaje al destinatario de esta excepcional pieza del arte de la iluminación: Étienne Chevalier, cuyo escudo podemos apreciar en la misma miniatura y algunas otras.
Norte y sur en un solo vistazo
Antes de establecerse en la corte de Carlos VII, Jean Fouquet permaneció dos años en Italia (entre 1445 y 1447), donde se empapó del espíritu del Quattrocento y llegó a conocer a Fra Angélico, cuya influencia se trasluce en muchas de las obras de Fouquet. Al regresar, el artista era un hombre nuevo con un estilo también nuevo, que va a combinar lo aprendido del arte florentino (el vocabulario arquitectónico, los colores y las formas, la geometría, la integración de los cuerpos en el paisaje) con su bagaje procedente del norte de Europa (las vibraciones de la luz de sus cielos, la iluminación suave de los personajes o los paisajes trazados según la tradición flamenca). La fusión entre las dos corrientes es extraordinaria y en ningún modo forzada, ya que un estilo parece beber del otro hasta convertirse en un innovador estilo propio.
Jean Fouquet se consagró con esta obra -gracias al apoyo incondicional de Étienne Chevalier, que fomentó y creyó en su talento- como uno de los artistas de la iluminación de libros más reconocidos de todos los tiempos, con miniaturas rebosantes de originalidad y belleza.
Es precisamente el rostro de Jean Fouquet el que aparece en un medallón sobre el estuche de esta edición. Dentro reposan las 47 miniaturas, esperando que el bibliófilo que las reciba perciba la modernidad y la expresividad que desprenden, sintiéndose por un momento como ya lo hizo entonces el gran Étienne Chevalier, al contemplar por primera vez su maravilloso Libro de Horas.